Todo por ella
El estímulo a nuestro obediente empobrecimiento será que Europa nos considere, al fin, un país serio
Elvira Lindo
20 MAR 2013 - 00:59 CET
El país digital
Seremos más pobres. El Gobierno sigue las directrices de la troika
europea para que así ocurra. Por nuestro bien, nos haremos más viejos
trabajando; por nuestro bien y por el del país, acudiremos al trabajo
aun estando enfermos para que no se nos descuente nada de nuestro
salario a partir del tercer día; se sucederán los ERE; Iberia pondrá en
la calle a más de 3.000 personas, que se traducirán en 3.000 familias
con un sueldo menos, lo que elevará un porcentaje de paro que roza ya el
30%, cifra que nos estremece y que asombra a quien la escucha más allá
de nuestras fronteras; por nuestro bien, se diluirán hasta convertirse
en nada las ayudas a la dependencia, que traerán como consecuencia la
vuelta resignada de muchas mujeres al hogar; también se seguirá
recortando en educación, aunque como dice el ministro Wert, no debemos
centrarnos solo en el dinero cuando hablamos de escuela pública, y no le
falta coherencia dado que este Gobierno se muestra proclive a favorecer
a la concertada y a la privada, especialmente a la religiosa; esa
tendencia ultracatólica se dejará ver también en cómo las ayudas
sociales se reconvertirán en caridad cristiana, dejando astutamente en
manos de ciertas congregaciones lo que antes fueran centros municipales o
autonómicos, sobre todo, aquellos que se refieren a necesidades
familiares e infantiles. La gestión de la sanidad pública, en manos de
empresas privadas, perderá el prestigio que la definía como una de las
asistencias más competentes de Europa. Quién dice que no se tocarán
nuestros ahorros.
El estímulo a nuestro obediente empobrecimiento será que Europa nos
considere, al fin, un país serio. Pero hay otro premio a este
sacrificio: nuestra humillación servirá para que los alemanes reelijan a
Merkel por habernos puesto en nuestro sitio. ¿Es que no compensa?