Y llegamos al Empirismo de Hume

 
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.HUME
Se considera a Hume como «el Newton de la ciencia moral». Hume pretende, pues, aplicar el método newtoniano - que ya había demostrado su validez en el campo de la ciencia de la Naturaleza- a los «asuntos morales», es decir, a la «ciencia del hombre». Los paralelismos son muy claros: misma negativa a «fingir hipótesis» (buscar explicaciones últimas), y un curioso recurso a «experimentos» de carácter psicológico (Tratado, II, 2, 2). Hume concibe la mente prácticamente como concebía Newton el Universo: las «impresiones» equivalen a los corpúsculos o átomos que se atraen o repelen entre sí por una especie de «gravitación» (leyes de asociación de ideas). Pero Hume va mucho más lejos en su intención al escribir el Tratado…: quiere unificar todas las ciencias (mismo intento en Descartes), basándolas en una ciencia fundamental, la ciencia de la naturaleza humana Por lo cual el cometido de esta nueva ciencia es, ante todo, examinar «la extensión y las fuerzas del entendimiento humano, y explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y de las operaciones que realizamos al argumentar». El proyecto deberá realizarse dentro de un marco empirista <no podemos ir más allá de la experiencia> y empleando la metodología newtoniana. Éstos son los propósitos enunciados por Hume en la Introducción al Tratado...
Sin embargo, la conclusión de la Primera parte del Tratado es totalmente pesimista: Hume confiesa sentirse «desesperado» y al borde del «escepticismo total». Por eso, cuando ocho años más tarde publica La investigación sobre el entendimiento humano, los objetivos parecen haber cambiado radicalmente. Hume ha abandonado la idea de crear una ciencia del hombre, y ya no pretende aplicar el método de Newton. La nueva obra es mucho más breve, se centra en el análisis del entendimiento humano, y tiene un fuerte carácter crítico. Lo que Hume busca ahora es fijar los límites de la capacidad de conocimiento del hombre. Y el instrumento de análisis que emplea es prácticamente nuevo: la distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas. La tónica de la obra es un escepticismo moderado.
La influencia de Berkeley (1685-1753) en Hume es de doble signo: positivo con respecto a la crítica del realismo lockiano y negativo en lo relacionado con la metafísica idealista.
Además, y de un modo más intenso que en Locke, caracteriza el saber como una guía para la vida prácti­ca más que como una conquista cognoscitiva de la reali­dad del ser, y así lo manifiesta en su juvenil Tratado de la naturaleza humana (1734)[1].
El punto de partida de la filosofía de Hume es el mismo que desde Locke fundamenta todo el Empirismo: no hay conocimiento válido sino en la medida en que el análisis pueda reducirlo a lo sensible, ya que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia.
A partir de aquí, las concepciones de Hume y de Locke se separan porque el primero no está de acuerdo con el modo en que Locke usa el término "idea" para referirse a todos nuestros contenidos de conciencia - también las percepciones son llamadas "ideas":
”Sólo puede observarse como una inexactitud de ese famoso filósofo [se refiere a Locke], el que comprenda todas las percepciones bajo el término de idea” [2]
Hume reservará este término para aplicarlo a una parte de esos contenidos de conciencia.
“Llama percepción a todo aquello que pueda estar presente en la mente, ya sea que empleemos nuestros sentidos o estemos movidos por la pasión, o ejercitemos nuestro pensamiento y reflexión. Divide nuestras percepciones en dos clases, a saber, impresiones e ideas[3]
Hume distinguirá entre impresiones e ideas, donde las impresiones son el conocimiento inmediato producido a través de los sentidos (impresiones de sensación) y las impresiones de reflexión (pasiones, emociones…)
“Cuando sentimos una pasión o emoción de cualquier tipo o tenemos las imágenes de objetos externos que nos han transmitido los sentidos, la percepción que posee la mente es lo que el autor llama  una impresión[4]
Y las ideas serán las repre­sentaciones o copias en el entendimiento de las prime­ras.
“Cuando reflexionamos sobre una pasión o un objeto que no está presente esta percepción es una idea” 59
 Las impresiones y las ideas pueden ser simples o complejas.
La nueva forma de clasificar los contenidos de la mente (impresiones e ideas), significa un cambio importante con respecto a Locke en un doble sentido: mientras que en el Ensayo sobre el entendimiento humano (1690, elaborado desde 1671) se estudia la composición de las ideas complejas a partir de las ideas simples, en Hume - aún admitién­dose la distinción entre ideas simples y complejas- lo fundamental será el paso de lo vivaz a lo débil, o sea, la pérdida de vivacidad que experimentan nuestras vivencias cuando pasan a ser ideas.
Con esto, no sólo resulta que las impresiones son primeras genéticamente sino que también poseen otra cualidad que las coloca por encima de la ideas, a saber, la de depararnos una imagen más precisa e intensa. Cuando la mente ha recibido las impresiones éstas pueden reaparecer de dos modos:- con un grado de viveza intermedio entre la impresión y la idea. Aquí usamos la memoria donde conservamos las impresiones simples, el orden y posición entre ellas. - como meras ideas o imágenes de nuestras impresiones. Aquí usamos la imaginación, en donde, la cual puede combinar libremente las ideas.
Existen relaciones entre nuestras impresiones e ideas (internamente). Estas relaciones pueden ser de dos tipos: naturales (ver un ojo y asociarlo al otro que constituye el par), en virtud de las cuales dos ideas están relacionadas en la imaginación y donde una intro­duce "naturalmente" a la otra; y filosóficas (la que habrá entre unas rejas y la cárcel), cuando dos ideas tienen una unión arbitraria en la imaginación y a nosotros nos parece bien tal unión. Las más importantes son las naturales, la asociación de este tipo refleja la atracción newtoniana trasladada al mundo del pensamiento. Las leyes de la asociación de ideas son: la de semejanza, contigüidad espacio - temporal y la causa efecto, siendo la última la más importante desde el punto de vista científico
“Es evidente que todos los razonamientos que se refieren a asuntos de hecho están fundados en la relación de causa y efecto” 59
Por otra parte, Hume entiende que la génesis de las ideas en las impresiones, nos suministra un crite­rio para conocer mejor nuestras ideas y constatar que son realmente ideas y no sólo términos (influencias del Nominalismo)[5].
Este criterio, que algunos autores conocen como el microscopio de Hume, es para aplicar cuando tengamos la más mínima sospecha de que se está empleando un término filosófico sin significado ni idea, entonces no tenemos más que preguntar: ¿de que impresión se deriva esa idea? . Si fuera imposible asignarle una, esto serviría para confirmar nuestras sospechas.
Pero además hay un segundo principio del empirismo que Hume es el primero en formular de manera nítida y precisa: para el mundo fenoménico no son válidas las demostraciones deductivas - en contra de lo mantenido por una metafísica racionalista. Hume distingue dos clases de proposiciones o juicios, que reflejan dos tipos de conocimiento: relaciones entre ideas y cues­tiones de hecho. Es una distinción paralela  a la de Leibniz entre verdades de razón y de hecho.
Las prime­ras son proposiciones deductivas que no tienen nada que ver con la experiencia sino que establecen relaciones entre ideas, mientras que las cuestiones de hecho son proposiciones acerca del mundo sensible y sólo pueden tener justificación en los propios hechos o en las impresiones.
Lo primero que merece comentarse de esta postura es que supone la irracionalidad del mundo exterior: si es verdad que no poseemos conocimiento deductivo (de lo general a lo particular y absolutamente cierto) de la realidad sensible ¿Cómo es posible la seguridad que poseemos de que el mundo es de una cierta manera y de que los fenómenos ocurren de un modo ordenado y sucesivo?.
Hume no se limita a afirmar la contingencia de los acontecimientos empíricos y la posibilidad lógica de que ocurra lo contrario de lo esperado sino que su pensamiento apoya tal postura.
Entiende que nuestras percepciones/ impresiones son elementos aislados entre si que la mente asocia. Así, en el caso de la relación causal - única que proporcio­na certeza en las cuestiones de hecho- cada efecto será distinto de su causa y, por tanto, no lo podemos descu­brir en su causa ( a la manera de Espino­sa); nuestra razón no puede, sin ayuda de la experien­cia, realizar una inferencia acerca de lo realmente existente.
En este punto, Hume está siendo consciente y sistemáticamente empirista, puesto que si la razón no es responsable de nuestras inferencias causales, es necesario buscar otro principio que las fundamente y ese principio será la experiencia: recordamos haber tenido ejemplos frecuentes de la existencia de una clase de objetos y recordamos que los objetos pertene­cientes a otra clase, han acompañado siempre a los primeros y que se han dado según un orden regular de sucesión. Así, la experiencia pasada y vivida, permite un proceso inductivo; lo que Hume llama razonamiento experimental aplicado al futuro.
Con respecto a la experiencia pasada se admite que da una información directa y segura sólo de aquellos objetos y sólo de aquel periodo de tiempo en donde cayeron bajo estudio. Pero esta experiencia se suele extender a otros objetos y a tiempos futuros, que a juzgar por lo que nosotros podemos saber sólo son semejantes con los anteriores en lo que respecta a la apariencia.
Hume acude a una mente que se ha formado una serie de hábitos asociativos en virtud a la experiencia pasada[6] y que por ello anticipa determinados hechos al ver otros. La costumbre será el último fundamento de nuestras creencias, y no certezas porque son contingen­tes, sobre el mundo fenoménico.
“La costumbre es la guía de la vida humana”[7]
El análisis precedente muestra hasta qué punto reduce Hume el papel de la razón y le señala límites muy estrechos. No podemos tener certeza «racional» sobre las cuestiones de hecho», sino únicamente creencia. En su existencia en el mundo, la creencia es la guía del ser humano, y no un conocimiento racional objetivo y cierto.
La creencia no es sino un sentimiento de tipo particular que acompaña a una asociación de ideas, de tal manera que dicha asociación se impone a la mente, convirtiéndola en principio regulador de nuestras acciones. Por tanto, la creencia no es una asociación libre- como en las ficciones de la imaginación - sino una asociación que se impone a la mente.
La creencia se apoya siempre en un hábito o costumbre mental es decir en una propensión a renovar el mismo acto u operación. sin estar impelido por ningún razonamiento o proceso del entendimiento A su vez, el hábito se crea a partir de la experiencia repetida de la conjunción de determinadas impresiones. He experimentado repetidas veces, por ejemplo la conjunción fuego quemadura. Entonces, si vuelvo a contemplar el fuego, se me impondrá, sin necesidad de razonamiento alguno la idea de quemadura Y esta asociación fuego - quemadura (causa- efecto) será acompañada por un sentimiento vivísimo - la creencia- que hace aparecer la quemadura como algo tan real y evidente como si se tratare da une impresión». Es decir, si una impresión» - por su intensidad y vivacidad- nos indica lo que es real, una idea sobre el futuro, al estar acompañada por la creencia, posee prácticamente la misma intensidad y vivacidad, y nos hace obrar en consecuencia.
Gracias al hábito y la creencia ha podido subsistir la humanidad, y en ello no nos diferenciamos mucho de los animales. Hume concluye con dos afirmaciones:
1) Perece haber une armonía preestablecida entre el curso de la Naturaleza (que nos es desconocido) y el curso de nuestras ideas. Y es la costumbre la que ha realizado esta correspondencia tan necesaria para nuestra supervivencia. 2) La sabiduría de la Naturaleza ha asegurado que la .inferencia causa - efecto se realice mediante un instinto o tendencia mecánica y no mediante laboriosas deducciones racionales.
La crítica de Hume a la causalidad adquiere forma negativa: trae a la luz la limitación del conocimiento humano sobre el mundo, que nunca se podrá equiparar al conocimiento riguroso que podemos conseguir a través de las relaciones entre ideas. Sin embargo, y la crítica a la metafísica racionalista lo muestra claramente, resulta que la relación causal, precisamente por apo­yarse en la experiencia pasada tiene valor modélico, constituye una exigencia a la que se tienen que acomo­dar nuestros conocimientos empíricos para ser acepta­bles.
Para Hume, como para el moderno Neopositivismo, universalidad y necesidad sólo caben en las ciencias formales, mientras que la ciencia real no puede aspirar más que a la probabilidad. Precisamente, el precio que pagan las verdades formales o relaciones entre ideas por su certeza absoluta es el de no poder decir nada acerca del mundo.
Nuestro conocimiento del mundo viene dado a través de las cuestiones de hecho, pero éstas no nos ofrecen el grado de certeza que poseen las anteriores porque no se rigen por el mismo principio: lo contrario de un hecho empírico es posible, no implica contradicción. Los hechos empíricos no son posibles de ser deducidos del análisis de sus ideas: nadie puede deducir de la idea de una cosa qué efectos producirá ni qué causa la ha producido puesto que causa y efectos son hechos individuales existentes e independientes.
La Física versa sobre hechos, que reduce a leyes; su finalidad es «enseñarnos cómo controlar y regular acontecimientos futuros por medio de sus causas» (es decir, hacer previsiones para el futuro). Así pues, todo cuanto se ha dicho más arriba respecto a las ideas de causa y efecto es aplicable a la Física. Pero Hume lleva sus análisis un poco más lejos y examina dos conceptos fundamentales en la Física de entonces: las ideas de fuerza y de conexión necesaria (las leyes físicas eran concebidas como leyes necesarias, es decir, leyes que establecen una conexión necesaria entre la causa y el efecto). ¿De dónde proceden estas ideas?
Hume echa mano de su recurso habitual: ¿corresponden a alguna «impresión>? La respuesta es: no. Ni siquiera la introspección nos permite descubrir experiencia alguna de «fuerza» o de «conexión necesaria». Por más que examinamos la Na­turaleza no podemos encontrar sino que «un suceso sigue a otro, sin que seamos capaces de comprender la fuerza o poder en virtud del cual la causa opera, o alguna conexión entre ella y su supuesto efecto». Para la experiencia, «un acon­tecimiento sigue a otro, pero nunca hemos podido observar un vínculo entre ellos. Parecen conjuntados, pero no conectados. [...] La conclusión necesaria parece ser que no tenemos ninguna idea de conexión o poder, y que estas palabras carecen totalmente de sentido»[8]). En definitiva: la Física debe abstenerse de hablar de «fuerzas» en la Naturaleza; y cuando hablemos de «causas» físicas (que impliquen una conexión necesaria causa - efecto>, debemos ser conscientes de que estamos hablando únicamente de acontecimientos habitualmente conjun­tados en el pasado (nada sabemos del futuro) «que han adquirido una conexión en nuestro pensamiento»[9], gracias a las leyes de asociación de ideas (contigüidad y causa - efecto). La Física, pues, no puede formular sino leyes probables, no necesarias. Pero ello es suficiente para que podamos manipular la realidad.[10]
Pero la relación causal no es producto de una quimera, sino de una creencia sólida que puede ser sometida a pruebas empíricas, pero que no tienen nada de demostración necesaria.
Es en lo anterior en donde hay que integrar lo manifestado por Hume sobre las regularidades de la naturaleza y las posibilidades de la inducción. La experiencia sólo da información cierta y directa de los objetos directamente observados; la extensión de ese conocimiento a otros objetos y tiempos se da gracias a la costumbre y la esperanza de que ante objetos de apariencia similar se produzcan acontecimientos simila­res.
Las inferencias causales y la costumbre frenan el escepticismo[11], pero éste será el que funciona cuando Hume ponga entre paréntesis las ideas básicas de la metafísica tradicio­nal: la idea de substancia, la existencia del mundo exterior, la identidad personal, la existencia de Dios..


[1] El Resumen de 1740 es un resumen de la misma, ante el fracaso del T.N.H..
[2] Hume. Resumen
[3] (ibidem)
[4] (ibidem)
[5] “Hablando con propiedad no existen las ideas generales y abstractas sino  que todas las ideas generales no son en realidad. sino ideas particulares vinculadas a un término general que recuerda en determinados momentos otras ideas particulares que se asemejan en ciertos detalles a la idea presente en la mente Así cuando se pronuncia e término caballo  inmediatamente nos figuramos la idea de un animal blanco o negro. de determinado tamaño y figura; pero como ese término usualmente se aplica a animales ce otros colores figuras y tamaños estas ideas  aunque no actualmente presentes a la imaginación- son fácilmente recordadas. y nuestro razonamiento y conclusión proceden como si estuvieran actualmente presentes” . Investigaciones…12.
 [6] semejanza, contigüidad y causalidad. Son los principios asociativos que contempla
[7] Investigaciones,5.
[8] lnvest, 7
[9] ibid.
[10] Tejedor Campomanes Historia de la filosofía en su marco cultural..p.257
[11] Según Hume, el escepticismo tiene una doble ventaja: nos cura del dogmatismo metafísico y nos posibilita abordar cuestiones de este tipo: substancia ...