Uno de los padres del darwinismo moderno, Theodosius Dobzhansky, abrazó la selección natural como la herramienta óptima elegida por Dios para crear al hombre a su imagen y semejanza. Craso error, porque si Dios existiera sería lamarckista. Sus criaturas no solo pasarían a la descendencia sus genes, sino también el tuneado con que la biografía los ha ido puliendo, los estratos de consonancia que han resultado de su careo con el mundo. No la partitura de Sweet Lorraine, sino el disco en que la borda Frank Sinatra. Bueno, esa parece la forma más inteligente de hacer las cosas, ¿no creen?